Historias de tres reinos rotos (título para salir del paso)
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Historias de tres reinos rotos (título para salir del paso)
¿Cómo sería la vida en un país en el que cada persona albergara en sí dos personalidades y dos cuerpos? ¿Qué te dice que tú misma historia no gire en torno a dos personalidades o dos personas?
Hablamos de cosas como dos consciencias albergando un mismo lugar en el espacio y el plano espiritual presente.
Así funciona Hirokami, uno de los Tres Reinos. Los Olvidados, una raza que convivió en el Cuarto Reino junto a los demás dominios. Se dice de estos que eran un pueblo culto y próspero, pero que desapareció en cuestión de meses y de su Imperio no quedan más que cenizas que todavía no se han enfriado.
Pero eso no nos ocupa ahora, estos Olvidados escribieron una obra “El amanecer de los mundos” en el que se hacía una mención al Hirokami, en la que satíricamente se jactaba de la condición de los habitantes de esa raza, alegando que “Las fuerzas de la Creación fueron inteligentes, supieron establecer prioridades, nos crearon a nosotros y a los dos imperios, pero no debía quedar bastante prana, así que decidieron convertir a dos personas en una y a dos naciones en una, sin hacerla crecer, llamando a Caos, nuestro señor”, este escrito, que nunca salió de su Imperio por las encarnizadas guerras no sirvió para aplacar la ira del cielo. Que decidió enviar contra ellos el Cometa.
El Cometa es una gigantesca bola de fuego que cae cada mil años sobre un punto al azar del mundo (el mundo está formado por una plancha de tierra por cuyos extremos se derraman los océanos sobre el vacío, solo dragones y seres alados pueden salir del mundo). Dicen que cuando cae, las fuerzas de la creación se estremecen y permiten a cada Imperio convocar a su Dios.
Nuestra protagonista nació en Hirokami, el país del Dios del Fuego. Fue criada en la familia imperial, su padre, emperador y samurái con buen uso del ki y férreo sentido de la justicia, murió cuando ella todavía no podía sostener una espada ni montar un caballo. El día de su muerte el pueblo enteró lloró, pero no fue más doloroso para otra que para la esposa del difunto, en su corazón se abrió ese día una herida muy profunda.
Si nos centramos en Sakurako sabremos que creció durante seis años bajo el cuidado de sus tutores, que eran, en concreto, seis, los tres primeros los mandó llamar su progenitora, le enseñaban canto y demás cosas aburridas pero a ella todas esas tareas “femeninas” le resultaban pesadas e indignantes ¿de qué le servía aprender esas cosas si lo que ella quería era gobernar un imperio y ayudar a su padre en la guerra?
Cada vez que su padre la oía cantar soltaba una gran carcajada y ella iba a refugiarse en sus brazos, una vez, este le vio desarmar a varios hijos nobles con una espada de madera. Se le acercó y le preguntó si quería aprender a manejarla, así que contrató a los otros tres: uno de gobierno, otro de monta y otro de esgrima y ki, éste último tenía rasgos muy distintos a los de aquella tierra, pero eso es algo a lo que nadie prestó mucha atención.
Eso fue antes de que su señor padre muriera.
Su madre se encerró en el salón imperial y asumió el título de regente, la corte la vio enloquecer lentamente, el país se empezó a pudrir de pobreza, las rebeliones eran cada vez más constantes, ese fruto de locura engendró terror y muerte.
Cuando ella cumplió quince años, el hastiado pueblo se rebeló, ella recuerda, únicamente, que una andanada de flechas acometió contra el castillo y que sus profesores se interpusieron entre ella y las saetas.
Tras eso despertó en la penumbra, al principio pensó que había muerto, al menos hasta que oyó el sonido de pasos contra el agua y un pequeño jadeo amplificado por la resonancia. Conforme iba despertando empezó a oír gritos a metros sobre ellos.
Miró arriba asustada, pero solo vio oscuridad, aun así se dio cuenta de algo. Alguien la estaba llevando a cuestas.
Pegó un grito pero este fue ahogado por la mano de su captor. La hija desheredada sollozaba mientras la mano la enmudecía, tenía los ojos muy abiertos, tratando de ver en la oscuridad.
-Mi señora, no grite o nos descubrirán, soy yo, Dayels Silfán.[/color]-dijo a la vez que retiraba la mano.
-¿D… Dayels? ¿Dónde estamos? ¿Qué hacemos aquí?
Su tutor de esgrima sacudió la cabeza.
-El pueblo se ha revelado contra su majestad. Ahora mismo estarán entrando en el salón del Emperador. Sólo nos queda huir.
-¿Qué ha pasado con todos?
Él negó con la cabeza.
-Ya veo…-respondió apenada.-en ese caso sigamos-dijo tratándose de incorporar antes de caer con estrépito sobre el agua.
-¡Majestad!-corrió a socorrerla.
-¡DÉJAME!-gritó con toda su alma, él se detuvo, presa de un influjo que no podía ser natural.- ¿¡CÓMO TE ATREVES A LLAMARME MAJESTAD CUANDO LO HE PERDIDO TODO Y NI SIQUIERA HE PODIDO DEFENDERLO!?
-Sakurako…
Súbitamente, se oyó el sonido de pisadas aceleradas sobre el terreno encharcado, detrás de ellos aparecieron, armados con garrotes y hachas de leñador una serie de campesinos. Sakurako seguía llorando sobre el agua.
-¡Ahí está la hija de la loca! ¡Apresadla!
Dayels se interpuso entre ellos, estos parecieron vacilar un momento. Carraspeó y habló con suma tranquilidad.
-Dejadnos escapar, os aseguro que no debéis preocuparos por nosotros, no os haremos daño, en serio.
Los hombres no parecieron creérselo. El más fornido de todos se adelantó con aire de superioridad y se encaró a él.
-A ver, mira rubiales, no voy a hacer comentarios sobre que parezcas venir de Boros.-Dayels llevó la mano a la empuñadura de su espada larga-pero queremos a esa niña-la señaló y soltó una risita.-Bueno, al bulto llorón aquel.
Hizo caso omiso de ese comentario.
-¿Os ha hecho algún mal mi protegida?
Los rebeldes se miraron entre sí, como si el comentario les hubiera hecho gracia.
-No se trata de que nos ha hecho, sino de qué nos hará. La sangre llama a la sangre, no queremos otra emperatriz genocida, preferimos que la viole el pueblo y la ahorquen a que nos echen a los escollos. Así que danos a la puta de una maldita vez.
Esas palabras bastaron para incurrir en la ira a Dayels, su mano, enfundada en un guantelete voló a la cara del que habló, trató de contenerse, pero de tan furioso que estaba el golpe lo estrelló contra la pared del puente, a varios metros, ésta se rompió y produjo un derrumbamiento de la estructura. Al disiparse el polvo no quedaban más que una pared de roca y tres cadáveres.
La emperatriz había dejado de llorar, ahora se preguntaba por qué su tutor ponía en riesgo su posición social y honra por ella, que en teoría, debía estar muerta.
Cuando le preguntó, el se río abiertamente y le dijo que lo hacía en honor a sus compañeros, y por ella, dijo que lo hacía por todos y por nada a la vez.
-Eso responde a una pregunta, pero suscita otras seiscientas.
Ahora eran los dos los que reían, ella ni siquiera se había percatado de que en breve llegarían al mar, ni de que su tutor estaba saltando de ochenta en ochenta metros y ya de paso ni se había dado cuenta de que les estaban rodeando una serie de soldados imperiales, traidores a la corona.
Tras unas horas de marcha, amenizada por conversaciones intranscendentales, finalmente oyeron las olas. El mar se extendía ante ellos, bajo el acantilado, oscurecido por la noche.
Su maestro la depositó sobre el suelo y se adelantó unos pasos hacia las escaleras y oteó la costa.
Cuando la chica le preguntó dijo:
-Dejé preparado un barco esperando que esto pasara. Vamos, nos estarán esperando.
Bajaron de dos en dos los escalones tallados en la piedra del acantilado, una vez abajo, notaron que la arena estaba húmeda.
A una veintena de pasos había una barcaza mediana, lo justo para llevar a diez personas siempre que se usará la choza de madera del barquero. Ambos se acercaron a la embarcación, Dayels avanzó confiado pero la chica se detuvo a medio camino.
-Huele a sangre.
-¿Sangre?-él se giró y desenvainó.
No le dio tiempo preguntarse que había pasado cuando varios hombres salieron de la barcaza, y, como si de una señal se tratase los que les perseguían a escondidas salieron de sus escondites.
Pronto empezó un encarnizado combate, por un lado, les habían cortado toda retirada, por otro les habría gustado decir que luchaban contra humanos, pero eso hubiera sido completamente imposible.
Bajo sus viseras que representaban demonios mitológicos se hallaban demonios no tan mitológicos, el propio Dayels estaba teniendo problemas, le habían rodeado varios y le atacaban con colmillos y zarpas.
Sakurako se había quedado helada ante semejante crueldad, un coletazo la derribó sobre la arena y su katana salió despedida varios metros a distancia.
Trató de incorporarse, pero una zarpa de lo que podía ser un lobo se hincó en su estómago.
Creía haber perdido el conocimiento cuando recordó esas tardes entrenando con su padre, todos esos volúmenes de latín que tanta rabia le daba tener que aprendérselos, todos sus momentos felices pasaron delante de ella e, inconscientemente, en el mundo real, levantó el brazo justo cuando la bestia cerraba sus fauces.
Éstas quedaron destrozadas, los dientes saltaron en varias direcciones, de las fauces de la bestia salía sangre, así como de sus oídos, hocico y ojos.
-Terminis…-murmuró Sakurako una vez levantada, su aura verdosa se exteriorizó por todos sus poros.
Todo ocurrió a velocidad de vértigo, levantó un puño al cielo. Mirando aun a sus enemigos en tierra, su ki pareció refulgir y brilló intensamente por unos instantes con la misma luminosidad que un faro.
Entonces miles de signos rúnicos de color plata aparecieron en forma de elípticas que giraban rápidamente. El ki, se expandió por toda la zona, en un radio de cincuenta metros aproximadamente, el aura verdosa circulaba entre todos, rodeando únicamente a las bestias.
-¡Dies Terminis!-gritó de nuevo más fuerte a la vez que aparecía una gigantesca nueva elíptica que delimitó el ki, ésta empezó a girar lentamente, dibujando símbolos luminiscentes con cada revolución hasta llegar a Sakurako, entonces brillaron con fuerza, cegando a todo el que pasara, una vez se disipó la luz, no quedaba nada, únicamente un herido y perplejo Dayels Silfán.
-¿Cómo… demonios? ¿Sabes usar técnicas de ki ya?
-Sí.-respondió como si fuera la pregunta más tonta del mundo-¿Tú no?
Miró en otra dirección.
-Este… deberíamos coger la barcaza.- dijo cambiando de conversación, se acercó a la barcaza y miró dentro de esta-parece que nuestro amigo está un pelín “indispuesto”, bueno, al menos nos sale gratis el viaje.-dijo encogiéndose de hombros-¿puedes caminar? Debe haberte supuesto un gasto de energía terrible.
En realidad la técnica no había consumido más que un poco de ki, aun así, agradeció la oferta, tantas cosas sucedidas en un día acaban hastiando a cualquiera.
Se acomodó en un hueco de la barca y se enrolló en la capa, dispuesta a dormir un rato.
La barca se balanceaba suavemente sobre las olas del mar y la brisa marina rozaba la capa y la cara de la chica. Su katana descansaba a su lado. Dayels miraba la costa y el cielo cercano, nervioso.
-Deberíamos ir más rápido, esos malditos dragones no deberían adentrarse en el mar mucho pero estamos cerca de la tierra. Mierda, ¿este cascarón de nuez no puede ir más rápido?
-Eh… ¿te importa? Aquí hay gente intentando dormir.
-Mis más sinceras disculpas.
<< Al menos ya no llora ni se comporta como una suicida, algo es algo >>
Silfán entró en la cabaña tratando de hacer el mínimo ruido para no molestar a su señora, corrió las tiras que hacían de puerta y se encontró con las sabanas llenas de sangre y vísceras.
<< Ya había notado algo raro en el cadáver, como sea, no pienso dormir aquí esta noche, ni loco >> Así que cogió todas las posesiones que carecieran de valor y las tiró por la borda, se limpio las manos manchadas de la sangre que impregnaba los restos del barquero con agua de mar y se acomodó a unos pasos de la joven emperatriz.
<< Aunque sea emperatriz de un imperio del tamaño de una barca >>
Nunca le habían gustado los viajes por mar. Estar rodeado de toda esa agua le ponía muy nervioso pero sabía que no había otra forma de comunicarse entre las islas. Los dragones podrían servir, pero no se iba a fiar a partir de ahora demasiado de todo aquello que tuviera escamas o dientes y menos si mide como veinte veces él.
Una estrella fugaz.
Prefirió verlo como un buen presagio en vez de cómo heraldo del Cometa, tras todo lo ocurrido no tenía demasiado entusiasmo en ver como una bola de fuego se lo cargaba todo. No había huevos de morir en la mar.
<< Ni en tierra >>
Hablamos de cosas como dos consciencias albergando un mismo lugar en el espacio y el plano espiritual presente.
Así funciona Hirokami, uno de los Tres Reinos. Los Olvidados, una raza que convivió en el Cuarto Reino junto a los demás dominios. Se dice de estos que eran un pueblo culto y próspero, pero que desapareció en cuestión de meses y de su Imperio no quedan más que cenizas que todavía no se han enfriado.
Pero eso no nos ocupa ahora, estos Olvidados escribieron una obra “El amanecer de los mundos” en el que se hacía una mención al Hirokami, en la que satíricamente se jactaba de la condición de los habitantes de esa raza, alegando que “Las fuerzas de la Creación fueron inteligentes, supieron establecer prioridades, nos crearon a nosotros y a los dos imperios, pero no debía quedar bastante prana, así que decidieron convertir a dos personas en una y a dos naciones en una, sin hacerla crecer, llamando a Caos, nuestro señor”, este escrito, que nunca salió de su Imperio por las encarnizadas guerras no sirvió para aplacar la ira del cielo. Que decidió enviar contra ellos el Cometa.
El Cometa es una gigantesca bola de fuego que cae cada mil años sobre un punto al azar del mundo (el mundo está formado por una plancha de tierra por cuyos extremos se derraman los océanos sobre el vacío, solo dragones y seres alados pueden salir del mundo). Dicen que cuando cae, las fuerzas de la creación se estremecen y permiten a cada Imperio convocar a su Dios.
Nuestra protagonista nació en Hirokami, el país del Dios del Fuego. Fue criada en la familia imperial, su padre, emperador y samurái con buen uso del ki y férreo sentido de la justicia, murió cuando ella todavía no podía sostener una espada ni montar un caballo. El día de su muerte el pueblo enteró lloró, pero no fue más doloroso para otra que para la esposa del difunto, en su corazón se abrió ese día una herida muy profunda.
Si nos centramos en Sakurako sabremos que creció durante seis años bajo el cuidado de sus tutores, que eran, en concreto, seis, los tres primeros los mandó llamar su progenitora, le enseñaban canto y demás cosas aburridas pero a ella todas esas tareas “femeninas” le resultaban pesadas e indignantes ¿de qué le servía aprender esas cosas si lo que ella quería era gobernar un imperio y ayudar a su padre en la guerra?
Cada vez que su padre la oía cantar soltaba una gran carcajada y ella iba a refugiarse en sus brazos, una vez, este le vio desarmar a varios hijos nobles con una espada de madera. Se le acercó y le preguntó si quería aprender a manejarla, así que contrató a los otros tres: uno de gobierno, otro de monta y otro de esgrima y ki, éste último tenía rasgos muy distintos a los de aquella tierra, pero eso es algo a lo que nadie prestó mucha atención.
Eso fue antes de que su señor padre muriera.
Su madre se encerró en el salón imperial y asumió el título de regente, la corte la vio enloquecer lentamente, el país se empezó a pudrir de pobreza, las rebeliones eran cada vez más constantes, ese fruto de locura engendró terror y muerte.
Cuando ella cumplió quince años, el hastiado pueblo se rebeló, ella recuerda, únicamente, que una andanada de flechas acometió contra el castillo y que sus profesores se interpusieron entre ella y las saetas.
Tras eso despertó en la penumbra, al principio pensó que había muerto, al menos hasta que oyó el sonido de pasos contra el agua y un pequeño jadeo amplificado por la resonancia. Conforme iba despertando empezó a oír gritos a metros sobre ellos.
Miró arriba asustada, pero solo vio oscuridad, aun así se dio cuenta de algo. Alguien la estaba llevando a cuestas.
Pegó un grito pero este fue ahogado por la mano de su captor. La hija desheredada sollozaba mientras la mano la enmudecía, tenía los ojos muy abiertos, tratando de ver en la oscuridad.
-Mi señora, no grite o nos descubrirán, soy yo, Dayels Silfán.[/color]-dijo a la vez que retiraba la mano.
-¿D… Dayels? ¿Dónde estamos? ¿Qué hacemos aquí?
Su tutor de esgrima sacudió la cabeza.
-El pueblo se ha revelado contra su majestad. Ahora mismo estarán entrando en el salón del Emperador. Sólo nos queda huir.
-¿Qué ha pasado con todos?
Él negó con la cabeza.
-Ya veo…-respondió apenada.-en ese caso sigamos-dijo tratándose de incorporar antes de caer con estrépito sobre el agua.
-¡Majestad!-corrió a socorrerla.
-¡DÉJAME!-gritó con toda su alma, él se detuvo, presa de un influjo que no podía ser natural.- ¿¡CÓMO TE ATREVES A LLAMARME MAJESTAD CUANDO LO HE PERDIDO TODO Y NI SIQUIERA HE PODIDO DEFENDERLO!?
-Sakurako…
Súbitamente, se oyó el sonido de pisadas aceleradas sobre el terreno encharcado, detrás de ellos aparecieron, armados con garrotes y hachas de leñador una serie de campesinos. Sakurako seguía llorando sobre el agua.
-¡Ahí está la hija de la loca! ¡Apresadla!
Dayels se interpuso entre ellos, estos parecieron vacilar un momento. Carraspeó y habló con suma tranquilidad.
-Dejadnos escapar, os aseguro que no debéis preocuparos por nosotros, no os haremos daño, en serio.
Los hombres no parecieron creérselo. El más fornido de todos se adelantó con aire de superioridad y se encaró a él.
-A ver, mira rubiales, no voy a hacer comentarios sobre que parezcas venir de Boros.-Dayels llevó la mano a la empuñadura de su espada larga-pero queremos a esa niña-la señaló y soltó una risita.-Bueno, al bulto llorón aquel.
Hizo caso omiso de ese comentario.
-¿Os ha hecho algún mal mi protegida?
Los rebeldes se miraron entre sí, como si el comentario les hubiera hecho gracia.
-No se trata de que nos ha hecho, sino de qué nos hará. La sangre llama a la sangre, no queremos otra emperatriz genocida, preferimos que la viole el pueblo y la ahorquen a que nos echen a los escollos. Así que danos a la puta de una maldita vez.
Esas palabras bastaron para incurrir en la ira a Dayels, su mano, enfundada en un guantelete voló a la cara del que habló, trató de contenerse, pero de tan furioso que estaba el golpe lo estrelló contra la pared del puente, a varios metros, ésta se rompió y produjo un derrumbamiento de la estructura. Al disiparse el polvo no quedaban más que una pared de roca y tres cadáveres.
La emperatriz había dejado de llorar, ahora se preguntaba por qué su tutor ponía en riesgo su posición social y honra por ella, que en teoría, debía estar muerta.
Cuando le preguntó, el se río abiertamente y le dijo que lo hacía en honor a sus compañeros, y por ella, dijo que lo hacía por todos y por nada a la vez.
-Eso responde a una pregunta, pero suscita otras seiscientas.
Ahora eran los dos los que reían, ella ni siquiera se había percatado de que en breve llegarían al mar, ni de que su tutor estaba saltando de ochenta en ochenta metros y ya de paso ni se había dado cuenta de que les estaban rodeando una serie de soldados imperiales, traidores a la corona.
Tras unas horas de marcha, amenizada por conversaciones intranscendentales, finalmente oyeron las olas. El mar se extendía ante ellos, bajo el acantilado, oscurecido por la noche.
Su maestro la depositó sobre el suelo y se adelantó unos pasos hacia las escaleras y oteó la costa.
Cuando la chica le preguntó dijo:
-Dejé preparado un barco esperando que esto pasara. Vamos, nos estarán esperando.
Bajaron de dos en dos los escalones tallados en la piedra del acantilado, una vez abajo, notaron que la arena estaba húmeda.
A una veintena de pasos había una barcaza mediana, lo justo para llevar a diez personas siempre que se usará la choza de madera del barquero. Ambos se acercaron a la embarcación, Dayels avanzó confiado pero la chica se detuvo a medio camino.
-Huele a sangre.
-¿Sangre?-él se giró y desenvainó.
No le dio tiempo preguntarse que había pasado cuando varios hombres salieron de la barcaza, y, como si de una señal se tratase los que les perseguían a escondidas salieron de sus escondites.
Pronto empezó un encarnizado combate, por un lado, les habían cortado toda retirada, por otro les habría gustado decir que luchaban contra humanos, pero eso hubiera sido completamente imposible.
Bajo sus viseras que representaban demonios mitológicos se hallaban demonios no tan mitológicos, el propio Dayels estaba teniendo problemas, le habían rodeado varios y le atacaban con colmillos y zarpas.
Sakurako se había quedado helada ante semejante crueldad, un coletazo la derribó sobre la arena y su katana salió despedida varios metros a distancia.
Trató de incorporarse, pero una zarpa de lo que podía ser un lobo se hincó en su estómago.
Creía haber perdido el conocimiento cuando recordó esas tardes entrenando con su padre, todos esos volúmenes de latín que tanta rabia le daba tener que aprendérselos, todos sus momentos felices pasaron delante de ella e, inconscientemente, en el mundo real, levantó el brazo justo cuando la bestia cerraba sus fauces.
Éstas quedaron destrozadas, los dientes saltaron en varias direcciones, de las fauces de la bestia salía sangre, así como de sus oídos, hocico y ojos.
-Terminis…-murmuró Sakurako una vez levantada, su aura verdosa se exteriorizó por todos sus poros.
Todo ocurrió a velocidad de vértigo, levantó un puño al cielo. Mirando aun a sus enemigos en tierra, su ki pareció refulgir y brilló intensamente por unos instantes con la misma luminosidad que un faro.
Entonces miles de signos rúnicos de color plata aparecieron en forma de elípticas que giraban rápidamente. El ki, se expandió por toda la zona, en un radio de cincuenta metros aproximadamente, el aura verdosa circulaba entre todos, rodeando únicamente a las bestias.
-¡Dies Terminis!-gritó de nuevo más fuerte a la vez que aparecía una gigantesca nueva elíptica que delimitó el ki, ésta empezó a girar lentamente, dibujando símbolos luminiscentes con cada revolución hasta llegar a Sakurako, entonces brillaron con fuerza, cegando a todo el que pasara, una vez se disipó la luz, no quedaba nada, únicamente un herido y perplejo Dayels Silfán.
-¿Cómo… demonios? ¿Sabes usar técnicas de ki ya?
-Sí.-respondió como si fuera la pregunta más tonta del mundo-¿Tú no?
Miró en otra dirección.
-Este… deberíamos coger la barcaza.- dijo cambiando de conversación, se acercó a la barcaza y miró dentro de esta-parece que nuestro amigo está un pelín “indispuesto”, bueno, al menos nos sale gratis el viaje.-dijo encogiéndose de hombros-¿puedes caminar? Debe haberte supuesto un gasto de energía terrible.
En realidad la técnica no había consumido más que un poco de ki, aun así, agradeció la oferta, tantas cosas sucedidas en un día acaban hastiando a cualquiera.
Se acomodó en un hueco de la barca y se enrolló en la capa, dispuesta a dormir un rato.
La barca se balanceaba suavemente sobre las olas del mar y la brisa marina rozaba la capa y la cara de la chica. Su katana descansaba a su lado. Dayels miraba la costa y el cielo cercano, nervioso.
-Deberíamos ir más rápido, esos malditos dragones no deberían adentrarse en el mar mucho pero estamos cerca de la tierra. Mierda, ¿este cascarón de nuez no puede ir más rápido?
-Eh… ¿te importa? Aquí hay gente intentando dormir.
-Mis más sinceras disculpas.
<< Al menos ya no llora ni se comporta como una suicida, algo es algo >>
Silfán entró en la cabaña tratando de hacer el mínimo ruido para no molestar a su señora, corrió las tiras que hacían de puerta y se encontró con las sabanas llenas de sangre y vísceras.
<< Ya había notado algo raro en el cadáver, como sea, no pienso dormir aquí esta noche, ni loco >> Así que cogió todas las posesiones que carecieran de valor y las tiró por la borda, se limpio las manos manchadas de la sangre que impregnaba los restos del barquero con agua de mar y se acomodó a unos pasos de la joven emperatriz.
<< Aunque sea emperatriz de un imperio del tamaño de una barca >>
Nunca le habían gustado los viajes por mar. Estar rodeado de toda esa agua le ponía muy nervioso pero sabía que no había otra forma de comunicarse entre las islas. Los dragones podrían servir, pero no se iba a fiar a partir de ahora demasiado de todo aquello que tuviera escamas o dientes y menos si mide como veinte veces él.
Una estrella fugaz.
Prefirió verlo como un buen presagio en vez de cómo heraldo del Cometa, tras todo lo ocurrido no tenía demasiado entusiasmo en ver como una bola de fuego se lo cargaba todo. No había huevos de morir en la mar.
<< Ni en tierra >>
Kuronias Vesupéruta- Mensajes : 1938
Fecha de inscripción : 23/12/2009
Re: Historias de tres reinos rotos (título para salir del paso)
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Segundo día: Sylvia Kyom
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Con los ojos pesados y la cabeza dándole vueltas Sylvia salió de su sueño, estaba tumbada sobre madera, se habría vuelto a salir del futón, también oía las olas, que buen sonido…
Espera, aquello no podía ser su casa. De repente un miedo la invadió.
-¡Cerbero!-se incorporó de golpe.
De repente se encontró de pie, gritando a las gaviotas, en una barcaza con algunas manchas de sangre y salsas sin identificar, Dayels estaba a algunos pasos.
Antes de despertarle entró en la casetilla. A parte de MUCHA sangre no había nada, al menos físico, ni espiritual para nadie incapaz de ver a los espíritus y demás fuerzas sobrenaturales como ella.
Ante ella, un espíritu de un hombre de estatura mediana, tal vez algo achaparrado, de pelo negro recogido en una cola, nariz aguileña, arrugas marcadas y rostro curtido por el viento y el salitre cantaba una tonada marinera bastante triste sobre su cama. Cuando se dio cuenta de que podía verle se puso de pie de un salto y la miró perplejo.
De fondo empezó a sonar una extraña melodía, más animada que lo que estaba cantando, eso no era difícil.
-JA JA JA ¡Tienes agallas para recurrir a Krisnaga, el mejor espadachín y marinero del mundo! ¡Mis hazañas son contadas a lo largo y a lo ancho del mundo! ¡No hay marinero que haya oído hablar de mí en los siete mares! ¡Yo, y mi fiel Excalipar hemos vencido dragones y rescatado ciudades! ¡Aclamad todo a Krisnaga (Kris para los amigos)!-volvió a reparar en ella-¡Oh! ¿A quién tenemos aquí? ¿Has venido a escuchar mis aventuras? Si es así, estás de suerte ¡Tengo toda la eternidad para hablar! << Por desgracia >> ¿Quieres empezar por la vez que derroté al dragón Redundante? ¿O por aquellos piratas? <<Invéntate un nombre, rápido>> ¡Saldepollo!, los piratas Saldepollo ¡Qué grandes rivales! ¡Cada uno con un alfanje en cada mano! ¡Todos temblando ante Excalipar!-enarboló el palo pintado de un lado a otro, como fingiendo un combate contra enemigos imaginarios.
-¿Quién coño eres?
-¡Argh! ¿Cómo te atreves? ¡Has herido mis sentimientos! ¿No has oído hablar de mí?
-Para nada.
-¡Veo que no estás puesta en el tema! JAJAJAJA ¡En fin! ¡Es mi deber hablarte de mi apasionante vida!
-¿Qué demonios haces aquí todavía? Tu cuerpo no está, deberías estar con él.-cambió de tema, esa pantomima le molestaba.
-Se ha perdido ;_;
-¿¡Pero qué…!?-había visto muchos espíritus en vida, pero ninguno le había resultado tan pintoresco como aquel.- ¿Qué quiere decir “Se ha perdido”?
-¡Pues te contaré la historia de mi muerte! JAJAJAJA ¡Estaba durmiendo! ¡Cómo tu amigo! ¡El de ahí! ¡El que tiró mis sabanas por la borda y ni me saludó! ¡Maldito rufián! *ejem* no desvaríes y escucha ¡Estaba haciendo guardia cuando…!
-Hace un momento dijiste que estabas durmiendo.-Le objetó la chica.
-¡Reposando! ¡La palabra es reposando, chiquilla! ¡Reposando mientras vigilo todo! ¡Reposando como un águila! ¡Un maestro reposador!
-Lo que tú digas.
-JA JA JA JA JA ¡Entonces fue cuando llegaron esas sabandijas! ¡Todos con cascos de samurái! ¡Pero PARDIEZ! ¡Eran monstruos! ¡Mitad humano mitad criatura! ¡Aun así no me dejé acobardar y desenfundé a Excalipar mientras me ponía de pie de un salto! ¡Pero eran demasiados y aunque peleé como un león me pudieron con sucias artimañas y brujería <<Aunque la verdad sea que me tropecé y me di en la cabeza con el canto de la cama y luego me rajaran de muchas maneras>> ¡Pero nadie me venció en vida! <<Tampoco peleé mucho>>.
-Sí, vale, todo eso está muy bien ¿pero no deberías estar con tu cuerpo?
-¡Silencio chaval! ¡Está cerca!
-¿¡El qué!?
-¡Mis gases!
-¿¡Qué coño te pasa!?-empezaba a estar HARTA de ese sujeto.
-¡JAJAJA!
Una tercera voz, somnolienta, intervino.
-¿Qué demonios *bostezo* pasa aquí?-se había despertado con el ruido, no le gustaba despertarse con el ruido, despertarse con el ruido le ponía de muy mal humor.
-¡Eres tú! ¡Tú eres quien me robo las mantas! ¡Ahora moriré de frío!-rugió.
Alumna y profesor intercambiaron una mirada de autocompasión mutua.
-Estás muerto, no puedes morir. De hecho no tienes nervios ¡No puedes tener frío!-Decía Sylvia.
-¡Qué crueldad! ¡Los fantasmas también tenemos sentimientos!
-Que sí, que sí, perdona a mi discípula.-La aludida notaba que abría y cerraba los dedos de la mano de la espada, estaba cabreadísimo.-Cambiemos de tema ¿Hacia dónde queda la ciudad portuaria no imperial más cercana?
-¿Estás de broma mozalbete? Nada escapa al Imperio <<Solo Borosys, Sanctus y miles de poblaciones neutrales>> pero si buscas eso puedo decirte que por aquí cerca no hay nada ¡pardiez, ya sé! Hay una población cercana que recién se ha independizado ¡Podemos ir ahí!
¿Podemos? ¿Qué se ha pensado este tipo?
>¡A todo esto! ¿Quiénes sois caballeretes?
-Soy una chica.
-No lo eres.
-Parad los dos.-se dirigió a él-Soy Dayels Dalfán, un mercader Borosy que se perdió en esta tierra con su hij… << Piensa, idiota, apenas os lleváis siete años y ella tiene quince ¿con qué edad la concebiste? ¿Con siete años? >> mi…-tibuteó- concubina-me va a matar.-fui quien requirió tus servicios ¿no te acuerdas?
Con…cu…bi…¿¡na!? ¿¡Qué coño está pensando!? Se obligó a sonreír, aunque la sonrisa le salió muy forzada << Mejor esto que nada, luego me va a oír >>
-JA JA JA JA ¿Te gustan los machos jovencitos, eh?
-¡Que soy una chica, jodido fantasma!
El fantasma paró de reír de inmediato y la escrutó con la mirada <<Como pueda ver a través de la ropa le mataré por segunda vez>>
-Puede que seas una chica, jodidamente infantil, pero una chica ¡O puede que seas un farsante! ¡GRÑE!
-Eh, eh, eh. Ya, indica hacia donde está la ciudad o población esa.
-Por la dirección del viento *no hay viento* te diré que estamos a… medio día de viaje, definitivamente ¡confiad en mi!
<< Apañados vamos >>
Pero decidieron confiar en él y por cosas como no poder huir de esa barcaza por estar rodeados de agua tuvieron que tragarse sus “hazañas” durante algo así como muchas horas hasta que el espectro se quedó dormido con una espectral botella de cerveza en la mano, tiempo que aprovecharon Sylvia y Dayels para hablar sobre su situación, la cual a la primera le era totalmente desconocida.
-Dayels ¿qué demonios ha pasado? Recuerdo que me fui a dormir a noche en el templo y ahora despierto en… donde sea que estemos. ¿Y POR QUÉ COÑO LE HAS DICHO QUE SOY TU PUTA?
El interrogado se rasco la cabeza mientras pensaba.
-Ey, no te enfades, siempre puedo decirle que eres la segunda persona de la niña emperatriz a ver que risa le hacía llevar a dos fugitivos.
-Está muerto, joder.
-Bien sabes que el Credo es capaz de proporcionar riquezas a los fantasmas como a cualquier mortal, Sylvia, es necesario que ayudes a Sakurako a volver al trono.
La joven bufó sonoramente a la vez que se recostaba contra un costado de la embarcación.
-Sakurako por allí, Sakurako por allá ¿Qué le ves de especial? Si ni siquiera sabe luchar, es una niña mimada.
Dayels rió muy sonoramente.
-¿¡Q-qué pasa!?
-Nada, nada, es que me ha hecho gracia, bueno, te diré que, al igual que yo soy tu maestro, ella es mi otra discípula, es capaz de aguantar mi entrenamiento sin cansarse demasiado, monta a caballo como cualquier samurái, incluso mejor que algunos, y venció a todos los monstruos que nos atacaron al llegar a la playa.
Eso le pilló por sorpresa.
-¿Monstruos? ¿No era una fanfarronada del fantasmón?
-En parte sí, él solo inflaría el número, yo conté treinta en total.
-¿Esa niña se cargó a treinta lo que fueran? ¿Sola?-ya no estaba despatarrada, ahora le inquiría sentada sobre sus talones.
-Pues sí.
Un largo e incómodo silencio se extendió y alargó pesadamente, solo interrumpido por las olas al chocar contra la proa y el graznido de las gaviotas.
-Bueno…-el maestro trató de romper el silencio.- ¿Te interesa saber que hacemos aquí, no?
-Todavía sigo esperando que me respondas, sí.
<< Sigue enfadada por lo de hacerla pasar por mi concubina >>
Se aclaró la garganta y empezó a hablar.
-Bien, sabes que eres de las pocas Hirokamis que conocen la existencia de su otra persona ¿no?
-Sí.
-Bien… ¿también sabes que los emperadores no tienen otra persona?
-Sí.
-Er… bien, pues el padre de Sakurako sí que tenía otra persona, solo que su existencia secundaria coincidía con su primaria, eso es algo completamente extraño, pero veraz. Eso llevó a que su hija sí que tuviera dos personas.
-Todo eso lo sé ya.
-Vale, vale. También sabes que el pueblo preparaba una rebelión contra la familia Imperial ¿no?
-Contra la reina genocida, sí.
-Conseguí escapar con Sakurako por el canal hasta la playa, ahí, me debía esperar Krisnaga, pero solo había monstruos, monstruos por delante, monstruos por detrás y monstruos por todos lados.
-Y entonces ella llega y pam, pum, pam y se los carga, fin. ¿No?
-Se podría traducir como que sus habilidades latentes están despertando ¿conoces la leyenda del Crisol?
Bufó de nuevo, aun más sonoramente.
-Joder, pues claro ¿y quién no?
-Ella es la Llave.
La luchadora abrió los ojos de par en par.
-¿¡Qué!?
-“Tres lunas se han de juntar…
Ella prosiguió con desgana.
-Tres lunas, bajo un mismo sol…
-Tres soles, bajo un mismo heraldo…
-Tres heraldos, sobre un pueblo…
-Tres pueblos sobre una guerra…
-Una guerra, una puerta sin cerradura…
-Una puerta que solo abre una llave…
-Una llave de carne y sangre”
Esa leyenda siempre le erizaba el vello de la nuca. De nuevo silencio.
-¿Y quién se supone que planeó esa rebelión a gran escala tan eficaz? Unos peleles cultiva patatas no podrían acabar con la guardia ni muertos.
La mirada de Dayels se ensombreció.
-Deberías saber quién fue.
Un temblor recorrió su médula espinal y un sudor frío corría por su cara, las manos le temblaban.
-Cerbero.
Dayels asintió, sombrío.
Segundo día: Sylvia Kyom
/////////////
Con los ojos pesados y la cabeza dándole vueltas Sylvia salió de su sueño, estaba tumbada sobre madera, se habría vuelto a salir del futón, también oía las olas, que buen sonido…
Espera, aquello no podía ser su casa. De repente un miedo la invadió.
-¡Cerbero!-se incorporó de golpe.
De repente se encontró de pie, gritando a las gaviotas, en una barcaza con algunas manchas de sangre y salsas sin identificar, Dayels estaba a algunos pasos.
Antes de despertarle entró en la casetilla. A parte de MUCHA sangre no había nada, al menos físico, ni espiritual para nadie incapaz de ver a los espíritus y demás fuerzas sobrenaturales como ella.
Ante ella, un espíritu de un hombre de estatura mediana, tal vez algo achaparrado, de pelo negro recogido en una cola, nariz aguileña, arrugas marcadas y rostro curtido por el viento y el salitre cantaba una tonada marinera bastante triste sobre su cama. Cuando se dio cuenta de que podía verle se puso de pie de un salto y la miró perplejo.
De fondo empezó a sonar una extraña melodía, más animada que lo que estaba cantando, eso no era difícil.
-JA JA JA ¡Tienes agallas para recurrir a Krisnaga, el mejor espadachín y marinero del mundo! ¡Mis hazañas son contadas a lo largo y a lo ancho del mundo! ¡No hay marinero que haya oído hablar de mí en los siete mares! ¡Yo, y mi fiel Excalipar hemos vencido dragones y rescatado ciudades! ¡Aclamad todo a Krisnaga (Kris para los amigos)!-volvió a reparar en ella-¡Oh! ¿A quién tenemos aquí? ¿Has venido a escuchar mis aventuras? Si es así, estás de suerte ¡Tengo toda la eternidad para hablar! << Por desgracia >> ¿Quieres empezar por la vez que derroté al dragón Redundante? ¿O por aquellos piratas? <<Invéntate un nombre, rápido>> ¡Saldepollo!, los piratas Saldepollo ¡Qué grandes rivales! ¡Cada uno con un alfanje en cada mano! ¡Todos temblando ante Excalipar!-enarboló el palo pintado de un lado a otro, como fingiendo un combate contra enemigos imaginarios.
-¿Quién coño eres?
-¡Argh! ¿Cómo te atreves? ¡Has herido mis sentimientos! ¿No has oído hablar de mí?
-Para nada.
-¡Veo que no estás puesta en el tema! JAJAJAJA ¡En fin! ¡Es mi deber hablarte de mi apasionante vida!
-¿Qué demonios haces aquí todavía? Tu cuerpo no está, deberías estar con él.-cambió de tema, esa pantomima le molestaba.
-Se ha perdido ;_;
-¿¡Pero qué…!?-había visto muchos espíritus en vida, pero ninguno le había resultado tan pintoresco como aquel.- ¿Qué quiere decir “Se ha perdido”?
-¡Pues te contaré la historia de mi muerte! JAJAJAJA ¡Estaba durmiendo! ¡Cómo tu amigo! ¡El de ahí! ¡El que tiró mis sabanas por la borda y ni me saludó! ¡Maldito rufián! *ejem* no desvaríes y escucha ¡Estaba haciendo guardia cuando…!
-Hace un momento dijiste que estabas durmiendo.-Le objetó la chica.
-¡Reposando! ¡La palabra es reposando, chiquilla! ¡Reposando mientras vigilo todo! ¡Reposando como un águila! ¡Un maestro reposador!
-Lo que tú digas.
-JA JA JA JA JA ¡Entonces fue cuando llegaron esas sabandijas! ¡Todos con cascos de samurái! ¡Pero PARDIEZ! ¡Eran monstruos! ¡Mitad humano mitad criatura! ¡Aun así no me dejé acobardar y desenfundé a Excalipar mientras me ponía de pie de un salto! ¡Pero eran demasiados y aunque peleé como un león me pudieron con sucias artimañas y brujería <<Aunque la verdad sea que me tropecé y me di en la cabeza con el canto de la cama y luego me rajaran de muchas maneras>> ¡Pero nadie me venció en vida! <<Tampoco peleé mucho>>.
-Sí, vale, todo eso está muy bien ¿pero no deberías estar con tu cuerpo?
-¡Silencio chaval! ¡Está cerca!
-¿¡El qué!?
-¡Mis gases!
-¿¡Qué coño te pasa!?-empezaba a estar HARTA de ese sujeto.
-¡JAJAJA!
Una tercera voz, somnolienta, intervino.
-¿Qué demonios *bostezo* pasa aquí?-se había despertado con el ruido, no le gustaba despertarse con el ruido, despertarse con el ruido le ponía de muy mal humor.
-¡Eres tú! ¡Tú eres quien me robo las mantas! ¡Ahora moriré de frío!-rugió.
Alumna y profesor intercambiaron una mirada de autocompasión mutua.
-Estás muerto, no puedes morir. De hecho no tienes nervios ¡No puedes tener frío!-Decía Sylvia.
-¡Qué crueldad! ¡Los fantasmas también tenemos sentimientos!
-Que sí, que sí, perdona a mi discípula.-La aludida notaba que abría y cerraba los dedos de la mano de la espada, estaba cabreadísimo.-Cambiemos de tema ¿Hacia dónde queda la ciudad portuaria no imperial más cercana?
-¿Estás de broma mozalbete? Nada escapa al Imperio <<Solo Borosys, Sanctus y miles de poblaciones neutrales>> pero si buscas eso puedo decirte que por aquí cerca no hay nada ¡pardiez, ya sé! Hay una población cercana que recién se ha independizado ¡Podemos ir ahí!
¿Podemos? ¿Qué se ha pensado este tipo?
>¡A todo esto! ¿Quiénes sois caballeretes?
-Soy una chica.
-No lo eres.
-Parad los dos.-se dirigió a él-Soy Dayels Dalfán, un mercader Borosy que se perdió en esta tierra con su hij… << Piensa, idiota, apenas os lleváis siete años y ella tiene quince ¿con qué edad la concebiste? ¿Con siete años? >> mi…-tibuteó- concubina-me va a matar.-fui quien requirió tus servicios ¿no te acuerdas?
Con…cu…bi…¿¡na!? ¿¡Qué coño está pensando!? Se obligó a sonreír, aunque la sonrisa le salió muy forzada << Mejor esto que nada, luego me va a oír >>
-JA JA JA JA ¿Te gustan los machos jovencitos, eh?
-¡Que soy una chica, jodido fantasma!
El fantasma paró de reír de inmediato y la escrutó con la mirada <<Como pueda ver a través de la ropa le mataré por segunda vez>>
-Puede que seas una chica, jodidamente infantil, pero una chica ¡O puede que seas un farsante! ¡GRÑE!
-Eh, eh, eh. Ya, indica hacia donde está la ciudad o población esa.
-Por la dirección del viento *no hay viento* te diré que estamos a… medio día de viaje, definitivamente ¡confiad en mi!
<< Apañados vamos >>
Pero decidieron confiar en él y por cosas como no poder huir de esa barcaza por estar rodeados de agua tuvieron que tragarse sus “hazañas” durante algo así como muchas horas hasta que el espectro se quedó dormido con una espectral botella de cerveza en la mano, tiempo que aprovecharon Sylvia y Dayels para hablar sobre su situación, la cual a la primera le era totalmente desconocida.
-Dayels ¿qué demonios ha pasado? Recuerdo que me fui a dormir a noche en el templo y ahora despierto en… donde sea que estemos. ¿Y POR QUÉ COÑO LE HAS DICHO QUE SOY TU PUTA?
El interrogado se rasco la cabeza mientras pensaba.
-Ey, no te enfades, siempre puedo decirle que eres la segunda persona de la niña emperatriz a ver que risa le hacía llevar a dos fugitivos.
-Está muerto, joder.
-Bien sabes que el Credo es capaz de proporcionar riquezas a los fantasmas como a cualquier mortal, Sylvia, es necesario que ayudes a Sakurako a volver al trono.
La joven bufó sonoramente a la vez que se recostaba contra un costado de la embarcación.
-Sakurako por allí, Sakurako por allá ¿Qué le ves de especial? Si ni siquiera sabe luchar, es una niña mimada.
Dayels rió muy sonoramente.
-¿¡Q-qué pasa!?
-Nada, nada, es que me ha hecho gracia, bueno, te diré que, al igual que yo soy tu maestro, ella es mi otra discípula, es capaz de aguantar mi entrenamiento sin cansarse demasiado, monta a caballo como cualquier samurái, incluso mejor que algunos, y venció a todos los monstruos que nos atacaron al llegar a la playa.
Eso le pilló por sorpresa.
-¿Monstruos? ¿No era una fanfarronada del fantasmón?
-En parte sí, él solo inflaría el número, yo conté treinta en total.
-¿Esa niña se cargó a treinta lo que fueran? ¿Sola?-ya no estaba despatarrada, ahora le inquiría sentada sobre sus talones.
-Pues sí.
Un largo e incómodo silencio se extendió y alargó pesadamente, solo interrumpido por las olas al chocar contra la proa y el graznido de las gaviotas.
-Bueno…-el maestro trató de romper el silencio.- ¿Te interesa saber que hacemos aquí, no?
-Todavía sigo esperando que me respondas, sí.
<< Sigue enfadada por lo de hacerla pasar por mi concubina >>
Se aclaró la garganta y empezó a hablar.
-Bien, sabes que eres de las pocas Hirokamis que conocen la existencia de su otra persona ¿no?
-Sí.
-Bien… ¿también sabes que los emperadores no tienen otra persona?
-Sí.
-Er… bien, pues el padre de Sakurako sí que tenía otra persona, solo que su existencia secundaria coincidía con su primaria, eso es algo completamente extraño, pero veraz. Eso llevó a que su hija sí que tuviera dos personas.
-Todo eso lo sé ya.
-Vale, vale. También sabes que el pueblo preparaba una rebelión contra la familia Imperial ¿no?
-Contra la reina genocida, sí.
-Conseguí escapar con Sakurako por el canal hasta la playa, ahí, me debía esperar Krisnaga, pero solo había monstruos, monstruos por delante, monstruos por detrás y monstruos por todos lados.
-Y entonces ella llega y pam, pum, pam y se los carga, fin. ¿No?
-Se podría traducir como que sus habilidades latentes están despertando ¿conoces la leyenda del Crisol?
Bufó de nuevo, aun más sonoramente.
-Joder, pues claro ¿y quién no?
-Ella es la Llave.
La luchadora abrió los ojos de par en par.
-¿¡Qué!?
-“Tres lunas se han de juntar…
Ella prosiguió con desgana.
-Tres lunas, bajo un mismo sol…
-Tres soles, bajo un mismo heraldo…
-Tres heraldos, sobre un pueblo…
-Tres pueblos sobre una guerra…
-Una guerra, una puerta sin cerradura…
-Una puerta que solo abre una llave…
-Una llave de carne y sangre”
Esa leyenda siempre le erizaba el vello de la nuca. De nuevo silencio.
-¿Y quién se supone que planeó esa rebelión a gran escala tan eficaz? Unos peleles cultiva patatas no podrían acabar con la guardia ni muertos.
La mirada de Dayels se ensombreció.
-Deberías saber quién fue.
Un temblor recorrió su médula espinal y un sudor frío corría por su cara, las manos le temblaban.
-Cerbero.
Dayels asintió, sombrío.
Kuronias Vesupéruta- Mensajes : 1938
Fecha de inscripción : 23/12/2009
Re: Historias de tres reinos rotos (título para salir del paso)
Lo he leído, y malvadamente.
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Kuronias Vesupéruta- Mensajes : 1938
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